Incapacidades inaudibles y la normalidad construida en la práctica musical

Escrito por: José Luis Miralles Bono (tiempo de lectura: 5 ‘)

¿Tienen algo en común los pasapáginas de los pianistas y las escaleras mecánicas?

El cuerpo es un campo de batalla. A veces contra uno mismo, a veces contra la sociedad. Aunque otras, no es más que un espectáculo a mostrar. ¿Acaso la práctica musical, especialmente aquella basada en la asistencia a conciertos de músicos-atletas no es todas esas cosas a la vez?

(a) El cuerpo como campo de batalla contra uno mismo, para superar las propias limitaciones.

(b) El cuerpo como campo de batalla contra la sociedad, para ser el mejor en «algo».

(y c) El cuerpo como espectáculo de fuerza, agilidad,… en definitiva: capacidades.

Pero las leyes (nunca escritas del todo) de estas batallas, pueden parecer arbitrarias si somos capaces de analizarlas bajo las lentes de la Teoría Crip 1.

Los académicos de la diversidad suelen clasificar las diversidades en visibles o invisibles, según su capacidad de ser «delatadas» por la vista. Aunque el constructo académico en nuestro idioma sigue siendo comúnmente traducido por «discapacidades visibles e invisibles» (y no diversidades). Así, una persona sin un brazo tendría una «discapacidad visible», pero alguien con distonía focal tendría una «discapacidad invisible». Una persona con un transtorno mental, puede que tenga una discapacidad invisible mientras su transtorno no haga acto de presencia; o quizá una persona invidente, tendría una discapacidad invisible (valga la paradoja) mientras esté simplemente sentado sin bastón ni perro guía. Hay debates sobre si la «visibilidad» de una «discapacidad invisible» es considerada como algo privado cuyo portador es el único con derecho a visibilizarla si lo requiere, pero sin tener que indicar qué tipo de diversidad posee. Por ejemplo, alguien joven con cansancio crónico, y que necesite de usar los asientos reservados en el metro puede usar unas tarjetas especiales que lo indiquen 2. Aunque muy probablemente, muchas de las personas que deberían actuar en consecuencia (cediendo asientos a alguien más joven que ellas) desconozcan que existen «discapacidades invisibles» y que pueden ser «invocadas» mediante identificadores que tampoco conocen, sin necesidad de conocer el motivo por el cual deben ceder sus asientos.

Pero volvamos al territorio musical. Blake Howe, en un capítulo del Oxford Handbook of Music and Disability Studies 3, realiza el interesante trabajo intelectual de pensar en las discapacidades en términos de audibles o inaudibles. Destronando así la primacía de lo visual como modalidad sensorial de referencia, parcialmente inútil para describir lo que pasa a la hora de analizar la relación entre cuerpo y práctica musical. Tenemos ahora que la «discapacidad invisible» del pianista con distonía focal 4 se convierte en una «discapacidad audible». Así como también lo sería un cantante con daño vocal severo (que antes pasaría visiblemente desapercibido). Un músico ciego o un cantante con deformaciones físicas 5 que no le afecten a la voz tendrían ahora «discapacidades inaudibles», pese a poder ser visibles. Otras diversidades, quedarían igualmente escondidas siendo invisibles e inaudibles, como por ejemplo la infertilidad, algunos tipos de desórdenes mentales como la depresión o incluso músicos con deficiencia auditiva que no les impida llevar una práctica musical 6. Si bien, hubo épocas dónde precisamente se potenció la diversidad como elemento principal de los freak shows, no quedando al margen la música en ello 7.

Ahora bien, analizando el concepto de «discapacidad» en la práctica musical, podemos encontrar algunas preguntas espinosas, que nos revelan la porosidad de lo que consideramos normas naturales.

En famosa película «Yo, Robot», hay un momento dónde increpan de falta de «humanidad» a un robot por ser incapaz de componer una sinfonía; a lo que el robot responde al policía: ¿puede usted? 8

¿Todo aquel que no es capaz de componer una sinfonía puede ser considerado como «discapacitado» en esa habilidad -componer una sinfonía- frente a los que sí?

¿Toda cantante mujer incapaz de llegar al registro de la Reina de la Noche es considerada «discapacitada»?

Realmente, más allá del paraguas de problemas agrupados bajo la «amusia» y sus variantes y quizá también la distonía focal, no se suele considerar «discapacidad» en la práctica musical a una serie de situaciones que revelan las diversidades aceptadas y normalizadas, a las que simplemente podríamos llamar incapacidades. Por ejemplo, los distintos rangos vocales de los cantantes y la diferente altura del cuerpo de los pianistas. En el primer caso, el propio repertorio se encarga de que todos tengan su rol adaptado a su capacidad, y no se sientan excluidos, en todo caso simplemente incapaces de cantar fuera de su rango vocal o roles adaptados; y en el segundo caso se han creado unos dispositivos de asistencia capaces de adaptarse a las diferentes tallas de «torsos», conocidos comúnmente como banquetas.

Como vemos, hay diferentes formas de normalizar cuerpos diversos; mediante las tradiciones de la comunidad cultural a la que se pertenece y mediante dispositivos tecnológicos aceptados como permitidos dentro de esa comunidad.

Pero, ¿qué pasa si en lugar de fijarnos en la altura de los pianistas, nos fijamos en el tamaño de sus manos? ¿Aceptaríamos con la misma normalidad que las banquetas, a pianos con diferentes anchos de tecla 9 ? ¿Podrían decidir los pianistas en los concursos, pruebas de acceso, recitales en salas importantes el tipo de ancho de tecla que necesitan para llegar con normalidad a lo que el repertorio creado por esa comunidad cultural ha escrito, sin ser penalizados o estigmatizados por ello?

Las escaleras mecánicas son un ejemplo paradigmático de esto que estamos hablando. La mayoría de personas que usan escaleras mecánicas pueden subir unas escaleras no mecánicas, sin embargo existen para facilitar que esas mismas personas que pueden subir escaleras no mecánicas sin problema lo hagan con mayor comodidad. Algunas personas con movilidad reducida (invisibles), aunque puedan caminar, no pueden usar escaleras mecánicas (por la rapidez con la que se tiene que entrar o salir de las escaleras) o las «visibles» personas con sillas de ruedas tampoco pueden hacer uso de ellas. No deja de ser, como decíamos, paradigmático, que se hayan creado las escaleras mecánicas, no para aquellos que tienen dificultad con las escaleras no mecánicas, si no simplemente para mayor comodidad de los que no tenían problemas.

De nuevo, de vuelta a los escenarios. Se aceptan las banquetas, como escaleras mecánicas, pero no pianos con diferentes tamaños de tecla. Al final, las diversidades pueden ser «neutralizadas» con la suficiente tecnología de asistencia o ampliación de las prácticas culturales. Tenemos ejemplos de iniciativas de transformación de instrumentos tradicionales para ser tocados por personas con diversidad funcional 10 11, o creación de nuevos 12; o un cambio de instrumento por otro que no haga audible tu diversidad 13. Incluso en el mundo del Jazz la condición que te excluye del repertorio clásico puede considerarse tu estilo personal 14.

¿Acaso el metrónomo o el afinador no son tecnologías de asistencia? ¿Acaso las almohadillas de los violinistas no se asemejan a algunas acomodaciones? ¿Acaso la notación musical no puede considerarse realmente como una adaptación para una discapacidad de la memoria, y el pasapáginas como el personal necesario de asistencia? ¿Y podríamos pensar lo mismo con el Autotune, para con aquellos con dificultad para afinar? Sobre esta última pregunta nos detendremos en otro post futuro del blog.

Toda normalidad siempre es construida. ¿Acaso no podríamos, como sociedad, crear unas escaleras mecánicas realmente más inclusivas?


Realicé un taller sobre música y diversidad en la Universitat Jaume I de Castellón en el Máster Universitario de Psicopedagogía. El contenido de este post, no es más que algunas de la reflexiones que compartí en dicho taller. Asimismo, conscientemente, en esta entrada se citan brevemente algunos ejemplos de músicos sin explicar más sobre la historia que hay detrás de cada uno de ellos. Invito al lector a explorar la música que realizan así como sus historias de vida, si lo consideran interesante. En esta entrada no quería interrumpir el fluir de los conceptos excesivamente intercalando narraciones vitales.

  1. McRuer, R. (2021). Teoría crip: Signos culturales de lo queer y de la discapacidad. Kaótica Libros
  2. https://hiddendisabilitiesstore.com
  3. Howe, B. (2016). Disabling music performance. The Oxford handbook of music and disability studies, 191-209.
  4. Gary Graffman
  5. Thomas Quasthoff
  6. Evelyn Glennie
  7. Blind Tom
  8. https://www.youtube.com/watch?v=mlTKSmRWn0w
  9. https://dsstandardfoundation.org
  10. https://www.ohmi.org.uk
  11. https://www.humaninstruments.co.uk
  12. http://www.clarenceadoo.co.uk
  13. Clara Rockmore
  14. Horace Parlan


José Luis Miralles Bono

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